España está de luto. Son muchas las personas fallecidas y afectadas a causa de la Dana que ha golpeado sobre todo Valencia. Miedo, tristeza, incertidumbre e impotencia son algunas de las muchas emociones que ha sembrado la Dana en los afectados y las personas que seguimos desde fuera de la Comunidad Valenciana la tragedia. Muchas personas fallecidas, pero también personas que aún se encuentran desaparecidas e incomunicadas.
Como experto en trauma, me gustaría ofrecer unas orientaciones para las familias que están tratando de sobrellevar el caos que ahora mismo están viviendo. Espero que estos breves consejos sean útiles para que puedan ayudar y acompañar a sus hijos en esta situación trágica y caótica.
1. Calma. No todas las situaciones desagradables, caóticas y estresantes se van a convertir en traumáticas. Para evitar que el trágico suceso se convierta en traumático, debemos hablar y permitir que el menor exprese cómo se siente. Ofrecer contextos de diálogo y seguridad es importante para vuestros hijos.
Diferentes emociones. Son muchas las emociones que pueden experimentar vuestros hijos e hijas en estos días y en las sucesivas semanas: rabia, miedo, tristeza, culpa, etcétera. Todas ellas, sin excepción, son válidas, por lo que deben ser permitidas y atendidas de manera sensible por parte de los adultos que rodeamos a los menores.
2. Ley del silencio. A veces, con buena intención, tratamos de no hablar de acontecimientos desagradables como la muerte de un familiar o un vecino a causa de la Dana. En este caso, con la mejor de las intenciones, seríamos cómplices de la ley del silencio. Debemos hacer todo lo contrario: dar voz a lo sucedido y a lo que sentimos. Evitar hablar de ello nunca es una buena solución. Es mejor integrar que evitar y disociar.
3. No forzar. Si en determinado momento tu hijo o hija no quiere hablar de lo sucedido, hay que respetarle e intentarlo en otro momento. Lo importante es hablar sobre ello, aunque no siempre cuando queramos nosotros, sino cuando el menor esté preparado.
4. Síntomas. En ocasiones, los acontecimientos estresantes y traumáticos conllevan cambios fundamentales en la conducta del menor: terrores nocturnos, hacerse pis en la cama, hiperactividad, mayor irascibilidad de lo habitual, estar despistado en clase, más desobediente… Todas ellas son formas normales de procesar el trauma. Están tratando de integrar el acontecimiento en su cerebro y en su vida de la manera más sana y adaptativa que pueden.
5. Somatizaciones. No es descabellado que el menor somatice la tensión, el miedo y el caos experimentado a lo largo de estos días tan estresantes en su cuerpo: eccemas, diarreas, taquicardias, dermatitis, cefaleas, dolor abdominal, mareos, etcétera.
6. Empatizar. Para que padres e hijos puedan hablar es necesario encontrar un momento tranquilo y tratar de entender cómo se sienten. Conectar y sintonizar con sus miedos, dudas y tristeza es fundamental para que se sienta visto y aceptado. Hayamos o no vivido de cerca la muerte de un familiar, amigo o vecino, es importante tener en cuenta que tanto el menor como los adultos estamos en fase de shock y tratando de elaborar el duelo por lo ocurrido.
7. Narrativa. Ante un acontecimiento que nos desregula y que nos da mucha pena y miedo, es significativo que las familias hablemos de lo sucedido, calmemos a los hijos y les demos una narrativa coherente y veraz sobre lo sucedido. No es conveniente ocultar ni mentir sobre lo ocurrido, puesto que tarde o temprano se enterarán y eso hará que no confíen en nosotros.
8. Mirada incondicional. Hacernos cargo de nuestro hijo de una manera incondicional y sin juzgarle es imprescindible. Apoyarle por quién es, no por lo que siente. Acogerle con sus dudas, miedos e incertidumbres hará que puedan confiar en nosotros.
9. Ayuda profesional. Los niños y los adolescentes necesitan tiempo, al igual que los adultos, para integrar y asimilar lo sucedido, sobre todo ante la crudeza de lo ocurrido. Esta fase de shock es compleja y puede llevar un tiempo, quizás algunos meses. Si en casos concretos se observa que el menor continúa con mucho miedo o ansiedad, con pensamientos anticipatorios, posiblemente ha llegado el momento de pasar a otro escenario. Pedir ayuda profesional es sinónimo de responsabilidad y valentía.
Aunque estas orientaciones básicas estén dirigidas a los afectados por la Dana, pueden ser extensibles a cualquier persona, familia o comunidad que haya vivido o esté viviendo una situación estresante parecida.