Decía el psiquiatra Irvin Yalom que solo hay dos cosas que el ser humano no puede mirar directamente: el sol y la muerte. Sabemos que la muerte es parte de la vida, pero a veces, a los adultos, se nos olvida (o incómoda) hablar de ella delante de nuestros hijos. Nos resulta un tema especialmente escurridizo. Creemos que es algo que no debemos hablar con y delante de los niños, a pesar de que todos venimos de fábrica con la posibilidad de aceptar la muerte y elaborar duelos. Esta dificultad que tenemos madres y padres para informar a nuestros hijos sobre la muerte de un ser querido se refleja en los conceptos equívocos que utilizamos. ¿Por qué les decimos que el móvil se ha muerto cuando en realidad se ha quedado sin batería? ¿por qué les decimos a nuestros hijos que el abuelo se ha marchado o se ha dormido cuando en verdad se ha muerto? Ante esta manera de explicar las cosas, es normal que los niños no comprendan nada y nos pregunten: ¿y cuándo va a regresar mi abuelito? Mamá, ¿cuándo se va a despertar el abuelo? Todos estos malentendidos suelen estar reforzados y alimentados por muchas películas de dibujos animados, ya que no sé si lo recordaréis, pero Blancanieves estaba dormida hasta que el príncipe la besó. En la gran mayoría de películas de Disney, la muerte de algún personaje o familiar del protagonista aparece de forma implícita, pero casi nunca de manera explícita.
Cuando hablamos de la muerte hay determinados aspectos fundamentales que debemos tener en cuenta para ser sinceros con nuestros hijos y ayudarles, en la medida de lo posible, a hacer un duelo lo más sano posible:
- Irreversibilidad: la muerte es irreversible. Quien muere jamás regresa a la vida.
- Universalidad: todos morimos, a pesar de que los niños puedan creer que solo se mueren algunas personas.
- Funciones vitales: al morir se interrumpen las funciones vitales, ya que el corazón deja de latir, no ven ni oyen, no sufren ni sienten emociones.
- Motivo de la muerte: todo el mundo se muere por algo, no “de la propia muerte” ni por ser “viejecito”. Son muchas las causas por las que podemos morir, como por ejemplo, una enfermedad, un accidente de tráfico, infarto cardiaco, etc.
Toda explicación que le demos a nuestros hijos debe incluir, de la manera más explícita posible, estas cuatro características. Además, podemos ayudarnos del modelo SEPA que aprendí de mi maestra Begoña Aznárez, presidenta de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. El modelo SEPA viene a decir que existen cuatro elementos imprescindibles a la hora de dar narrativas adecuadas, coherentes y que empoderen a los niños y adolescentes. Esos cuatro pilares son: Sensaciones, Emociones, Pensamientos y Acciones.
- Sensaciones: son las reacciones físicas de nuestro cuerpo ante determinada situación. Solemos utilizar el verbo notar: temblor de piernas, latido acelerado del corazón, sudoración de manos, sequedad de boca, rigidez corporal, nudo en el estómago, etc.
- Emociones: son aquellas emociones que experimentamos cuando nos enteramos de una noticia impactante como, por ejemplo, la muerte de un ser querido. Utilizamos el verbo sentir: miedo, tristeza, rabia, curiosidad, etc.
- Pensamientos: todas las sensaciones y emociones suelen venir acompañadas, precedidas o seguidas de un pensamiento. Por eso solemos utilizar el verbo pensar: pienso que se ha muerto por mi culpa, pienso que no le dije lo mucho que le quería lo suficiente, etc.
- Acciones: se refiere a las conductas o acciones que llevamos a cabo cada vez que experimentamos determinadas sensaciones, emociones y acciones. Por este motivo utilizamos verbos que describen los comportamientos que llevamos a cabo: llorar, tirar, gritar, enfadar, etc.
Ahora de lo que se trata es de aterrizar el modelo SEPA a la práctica para que nos ayude a dar una explicación sobre la muerte de alguien importante para nosotros y para nuestro hijo. ¿Cómo podemos explicarle a nuestro hijo de seis años que ha fallecido su abuelo? Basándonos en el modelo SEPA podríamos decirle algo parecido a esto: “María, cariño, nos acaban de llamar del hospital para decirnos que el abuelo Miguel ha fallecido. Es normal que notes un nudo en el estómago y frío (sensaciones). Esto es así porque sientes tristeza (emoción). Posiblemente pienses que es injusto y cruel (pensamiento). Si te apetece llorar (acción), hazlo pues te sentará muy bien”. Tengamos en cuenta que esta explicación o narrativa es solo una manera de las muchas que existen. Cada madre, padre y maestro deberá adaptar el modelo SEPA a su manera de educar, la edad del menor, sus creencias religiosas y las circunstancias que engloban la muerte. No es necesario que los cuatro elemento del modelo SEPA vaya en el mismo orden que se han descrito. Con tal de que aparezcan en la narrativa que les demos será más que suficiente. Recuerdo que no hace mucho tiempo, mi hijo estaba jugando con su amigo Lucas tranquilamente cuando este último le dijo: “Pues la bisabuela está en el cielo”. A lo que mi hijo le respondió: “¿Qué cielo?”. Quedó claro que ambos niños habían recibido narrativas diferentes de la muerte. No existe una manera ideal de explicar la muerte, sino una manera idónea de explicarla en función de nuestras circunstancias, creencias y personalidad del menor. Cada niño es un mundo y tiene unas necesidades que tienen que ser comprendidas por los adultos que están a su alrededor para darle la narrativa que sea más adecuada.
No me gustaría acabar este artículo sin dar una serie de pautas, aunque sean de carácter general, con relación a cómo debemos manejar y transmitir la muerte a nuestros hijos:
- No contar u ocultar una muerte, independientemente de la edad de nuestros hijos, no debería ser una opción. Debemos ir con la verdad por delante siempre.
- La muerte suele ser un tema tabú para los adultos, no para los niños. Ellos entienden el final de la vida de manera diferente y más natural que nosotros.
- Después de informar a los menores sobre la muerte de un ser querido, es importante dejar un tiempo para que expresen lo que sienten y que pregunten lo que precisen.
- Si hay algo que no sepamos responder es mejor ser sinceros y decir que no tenemos respuesta antes que aventurarnos a decir algo que desconocemos.
- Legitimar y permitir cualquier emoción que expresen, sean las más frecuentes como tristeza, rabia o miedo, como las más incómodas: curiosidad e indiferencia.
- El duelo en los menores se puede manifestar de manera diferente a cómo lo gestionamos los adultos. Por ejemplo, un niño de dos años puede mostrar rabia y tener alterado el sueño y la alimentación.
- Es importante garantizar, en la medida de lo posible, las rutinas de los niños y adolescentes. Cuanto menos cambie su día a día, mejor.
- Algunos cuentos interesantes para niños son “La balada del rey y la muerte”, “El pato y la muerte” y “No es fácil pequeña ardilla”. En cuanto a películas para niños podemos ver “Coco” y “Up”. Para adolescentes podemos trabajar con la película “Un monstruo viene a verme” y “El club de los poetas muertos”.