El apego, lejos de lo que dice la cultura popular, no es sinónimo de dependencia, sino más bien de una relación fundamental para nuestro desarrollo y crecimiento. Sin apego no sobrevivimos. El apego es un tipo de relación especial entre el menor y sus padres o cuidadores principales. En función de cómo los padres conecten y respondan a las necesidades de sus hijos, estos desarrollarán un apego u otro. Podríamos hablar de muchas características que hacen que se desarrolle un apego seguro o, por el contrario, un apego inseguro, pero vamos a quedarnos solo con dos de ellas: la protección y la autonomía. Estas dos variables son como los dos pedales del coche; tan importante es el acelerador como el freno. Lo mismo pasa con el apego, en donde tan necesario es proteger a los menores cuando lo necesitan como fomentar su autonomía y empoderarlos para hacer las cosas por ellos mismos. Eso sí, cuidado con llevar estas dos variables a los extremos.
Un exceso o ausencia tanto de protección como de autonomía puede ser sinónimo de algún tipo de apego inseguro y, por supuesto, de mucho sufrimiento. Como decía Mary Ainsworth, el apego seguro es el equilibrio flexible entre protección y autonomía. Todo en su justa medida.
A continuación, veremos algunas claves de los cuatro tipos de apego para que cada persona pueda identificarse en un estilo u otro en función de cómo se relaciona con sus hijos ante las necesidades emocionales que los menores presentan:
- Apego seguro: los padres y los maestros con apego seguro tienen la capacidad de responder adecuadamente a las necesidades de protección y autonomía que presentan los menores. Saben qué necesitan sus hijos o alumnos en cada momento. Siguiendo el símil de los pedales del coche, saben que en las curvas hay que frenar y que en las rectas se puede acelerar. Tienen la habilidad de conectar con las necesidades del niño y, posteriormente, dan una respuesta sensible y proporcionada a la necesidad mostrada por el menor. Por ejemplo, ante una caída al suelo, entienden que se han asustado, permiten el llanto y validan el miedo que sienten, pasando a protegerles el tiempo necesario. Los padres y las madres con apego seguro huyen de las relaciones de poder, de los castigos y se identifican con el estilo democrático. Supone un 50-60% de la población mundial.
- Apego inseguro de tipo evitativo: las madres y los padres evitativos se caracterizan por no atender las necesidades emocionales de sus hijos. Cuando sus hijos manifiestan miedo, rabia o tristeza, habitualmente los padres evitativos ignoran o minimizan dichas emociones. Para ellos, mostrar emociones es sinónimo de debilidad. No prestan atención al mundo emocional y, sin embargo, conceden demasiada importancia al rendimiento académico, el comportamiento y el saber estar. Por eso suelo decir que son padres de hemisferio izquierdo (fríos y calculadores). Cuando el menor manifiesta miedo o tristeza, dicen frases como “eso no es nada”, “no es para tanto” o “no seas exagerado”. No dan cancha a la parte emocional y no validan la experiencia emocional del menor. Es por ello que suelen somatizar a menudo. Tienen un miedo desmedido a la intimidad, motivo por el cual se “desconectan” del mundo emocional. En torno a un 20% de la población tiene apego evitativo, siendo bastante más frecuente en el varón que en la mujer.
- Apego inseguro de tipo ansioso-ambivalente: podemos decir que este tipo de apego es justamente lo contrario que el apego evitativo. Si en este último tipo de apego hay una dificultad para establecer relaciones de confianza con los demás, en el apego ansioso-ambivalente hay un excesivo miedo a la separación y el abandono. El motivo por el cual este apego se denomina ansioso-ambivalente es porque las respuestas de los padres son muy variables y cambiantes, motivo por el cual generan mucha ansiedad en los menores. Son padres y madres que fomentan excesivamente la protección y descuidan el crecimiento y la autonomía del menor. Este tipo de apego se corresponde con el estilo educativo sobreprotector, que supone un 15% de la población, siendo más frecuente en mujeres que en varones. Son personas que tienen grandes dificultades para gestionar sus propias emociones y conectar con sus verdaderas necesidades. Si no lo logran con ellos mismos, como para pedirles que conecten y cubran las necesidades de sus hijos o alumnos.
- Apego desorientado: en último lugar tenemos el tipo de apego inseguro más desorganizado y caótico que existe. Las personas con apego desorientado no aportan ni la protección ni la autonomía que necesitan sus hijos. Son madres y padres con grandes dificultades para conectar con sus necesidades y muy probablemente con trastornos como depresión, trastornos de personalidad, trastorno bipolar, esquizofrenia, etc. Seguramente vivieron una infancia traumática, carente de amor y con mucha desprotección. Este apego recibe este nombre porque las personas encargadas de proteger a los menores (sus padres) provocan terror y desprotección en el niño. Las personas con apego desorientado suponen un 5-10% de la población.
Todas las madres, los padres y los maestros nos hemos relacionado en alguna ocasión con nuestros hijos o alumnos de las cuatro maneras que hemos visto. Aun así, para saber el tipo de apego predominante, debemos ser conscientes de cuál es la manera más habitual en la que nos relacionamos ante las necesidades emocionales de nuestros hijos. Si ante el miedo, la rabia o los celos que siente el niño, conectamos con su emoción y respondemos de manera contingente y adecuada en la mayoría de las ocasiones, es muy probable que seas una figura de seguridad para tu hijo. Si, por el contrario, solemos responder de manera racional o no atendiendo la emoción del menor, es probable que seas un apego evitativo. Si sobreprotegemos a nuestro hijo y nuestro miedo es quien nos guía es probable que seamos una figura ansioso-ambivalente. Espero que estas claves os ayuden a tomar conciencia de la manera en la que os relacionáis con vuestros hijos.